Viernes 22 de Noviembre del 2024

Deportes

Todavía soy combatiente

2 | abril | 2016

Omar De Felippe - 2

Por Patricio Barrio

“En Malvinas aprendí a no rendirme”. Omar De Felippe es un ex futbolista y entrenador. En 1986 debutó con la camiseta blanca y roja de Huracán. Al terminar el partido los periodistas, que empuñaban grabadores y micrófonos temblorosos, buscaban sus palabras.  Lejos de sentirlo como un halago, los evitó y escapó. Porque no querían hablar de su tarde en la cancha: la intención era mezclar fútbol y guerra.

Ese defensor, que medía 1,81, había sido uno de los soldados argentinos que fue a defender las Malvinas. Estaba fresco el recuerdo del cielo, con ráfagas rojas, acompañado de estallidos incómodos e invasivos que salpicaban tierra. El olor a pólvora. Los rezos, con la cabeza que apuntaba al piso, para que ninguna bomba impacte su zona. El frío de la Isla Soledad, después de viajar seis horas sin hablar, y caminar 12 kilómetros hasta el Puerto Argentino con dolor de estómago. Tenía muy claro que esa tarde donde jugó por primera vez como profesional, no se relacionaban. El fútbol y la guerra se odian.

“Con el tiempo nos dimos cuenta que todos los ex combatientes necesitábamos largar lo que teníamos adentro. En esa época no nos dieron la posibilidad”. Fuera de la imagen popular de Omar De Felippe con su pelo platinado, corto a los costados y peinado hacia atrás, las camisas ajustadas y los sacos negros que usa en su faceta de entrenador, guarda relatos espesos. Heridas que serán eternas. Le costó volver a tratarlas, tardó casi siete años, pero no quiere que las nuevas generaciones olviden. Porque quiere que la historia la cuenten los que estuvieron allá. “No llegás a ver a la gente, ves las cosas que se tiran. Tiene de todo una guerra. Estás sentado, rezando para que no te caiga una bomba, pero sabiendo que están cayendo en algún lugar y psicológicamente te destruye. Por momentos, no teníamos cómo contrarrestar los ataques de ellos a toda hora. No dormís, estás sobresaltado constantemente».

Un 7 de abril de 1982 un soldado tocó timbre en la casa de Omar. Plena madrugada. Le dio a Rosa, su mamá, una cédula de citación para su hijo que acababa de ser dado de baja en el servicio militar. Ella entró al cuarto y, con los ojos brillantes por las lágrimas, le comunicó la noticia a ese chico de 20 años que soñaba con ser jugador de fútbol.

Pero gracias a esa vocación incansable que en aquel momento parecía perderse porque había peligros inmediatos, esos “despertares de ultra tumba” fueron menos dolorosos. «Siempre lo digo, más allá de lo familiar, el fútbol me salvó la vida. Era mi motivación para seguir cada día después de haber vuelto. La guerra y el fútbol no tienen nada que ver. No sé si habré tenido las condiciones suficientes para ser jugador, pero Huracán me había evaluado mucho tiempo. Tan bueno no era porque no jugué en ninguna selección, pero me ayudó a encarrilarme en la vida. Me dio la posibilidad de poder ser una persona normal, como cualquiera, sin olvidar que me tocó estar en una guerra, de la cual tengo mucho orgullo de haber estado».

Gracias a la pelota, que lo salvó de tantos días en donde cerrar los ojos y olvidar era el único objetivo, jugó en Huracán, Olimpo, donde se retiró en 1999, Villa Mitre, Arsenal y Once Caldas de Colombia. Como entrenador debutó en 2009, y logró el ascenso a primera división con los tres equipos argentinos que dirigió: Olimpo, Quilmes e Independiente. En la actualidad es entrenador del Emelec, con quien ganó la Serie A de Ecuador en 2015. “Son situaciones que viví y estarán siempre presentes: pasar hambre, sufrir frío, estar descompuesto, tener que robar para comer, tener que comer la grasa que sobraba, escuchar la primera bomba, tirar todas las balas que pudimos. Hay mil imágenes en la cabeza». La mirada de Omar se dispersa cuando habla de la guerra. No hay anécdota precisa que lo conmueva. Tuvo que apretar los dientes al ver morir algunas de sus compañero y hoy, a miles de kilómetros de ese puerto tan frío, creer que soportó aquellas vivencias por los mecanismos de defensa que generó en su cabeza.

En la guerra de Malvinas murieron 649 soldados argentinos, 255 británicos y tres civiles isleños. El término ex está demás cuando se habla de aquellos que volvieron. Todavía combaten. Todos los días. Omar De Felippe prometió volver algún día a las Islas, por aquellos compañeros que nunca regresaron y siguen custodiando las islas: «No cierro los ojos para recordar, lo hago estando despierto”.

Las citas directas fueron extraídas de una entrevista realizada por La Nación (Año 2012)