Viernes 22 de Noviembre del 2024

Actualidad

Las mujeres de Atenco

23 | noviembre | 2017

Por Claudia Korol

Toda la dignidad puede gritar desde un cuerpo invadido pero no conquistado. Eso nos enseñan las mujeres de Atenco con su denuncia de la violencia sexual realizada por la policía, en el momento en que fueron detenidas.

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Las mujeres de Atenco nos enseñan con su acción colectiva contra la impunidad que ese primer territorio desde el cual resisten, está dolorido, pero íntegro en su capacidad de mostrarse a sí mismas y frente al mundo. Nos enseñan que la violencia sexual con la que buscaron quebrarlas y callarlas, pierde su eficacia cuando las mujeres empezamos a reconocernos en un cuerpo colectivo, que grita todas las heridas, que denuncia a todos los violentos, a los violadores, a los femicidas por sus nombres, y clama justicia, por una y por todas.

Las mujeres de Atenco hablan con su voz propia, con la de cada una de ellas. Pero al hacerlo hablan con nuestra voz, con la de todas las que temblamos ante cada una de sus palabras, reconociendo los hechos que describen una y otra vez y que nos arrasan.

Las mujeres de Atenco hablan de una violencia sexual que pretendió ser ejemplificadora, para que ninguna mujer se atreviera a estar en las resistencias. Al hablar, empiezan a desarmar el tejido de la impunidad, y a hacer una nueva trama que se teje con todas nuestras historias, con la memoria de nuestras ancestras humilladas, con los gritos ahogados de las niñas, con los cuerpos acosados y tomados como botines de todas las guerras, y de todos los ejercicios del poder.

Reconocer su gesto, su firmeza, su ternura, acuerparlas en las denuncias, abrazarlas en toda la distancia y en toda la cercanía, no es más que la primera parte de un compromiso. El de que sus historias así contadas, inauguren un nuevo modo de estar las mujeres en nuestros territorios. Que después de Atenco, no regrese el silencio. Que las mujeres hablemos en coro nuestros dolores y ofensas. Que nuestros gritos hagan temblar a los que se creyeron dueños de nuestras vidas por siglos. Que nuestros abrazos nos den la fuerza necesaria, para resistir todos los olvidos.