Notas de interés
La libertad de la mujer no se mide en centímetros de tela
11 | agosto | 2016Por: Pepo Jiménez.
Probablemente sea la foto de los Juegos, probablemente la hayas visto ya una docena de veces por tus redes. Dos atletas, dos países, dos culturas, un mismo deporte…
Quizás lo más positivo del espíritu olímpico sea esa manera de integrar, de mezclar las culturas bajo una mismas normas, un mismo campo de juego y con el arbitraje de un deporte universal. Lo que no consiguen ni los políticos ni las religiones lo hace el deporte. Pero hay algo más.
La foto está polarizada, la mayoría de las reacciones que hemos leido en Twitter basculan en torno al asombro de un solo lado de la red. A la mayoría de los que están a este lado les sorprende la atleta egipcia, les ‘agrada la vista’ la alemana. Les indigna y da pena la egipcia, les enorgullece la nuestra, la alemana. Lo normal y bueno es lo nuestro. Hipocresía.
Lo mismo deben pensar al otro lado de la red. Pero nuestros pecados nos cuesta más verlos y confesarlos.
La foto solo muestra la realidad de una doble opresión escondida tras el sesgo cultural que nos despista.
Hay machismo (y mucho) a ambos lados de la red. Hay machismo y opresión a la izquierda, donde una mujer es obligada por una religión a taparse hasta las orejas mientras practica deporte. Para ella es normal porque su cultura es lo normal. No se siente culpable ni oprimida y probablemente quiera vestir así y sea la mujer más feliz del mundo (su mundo). Está educada para ello. Es el triunfo que debe a su cultura.
Pero su traje y el hijab parecen más incómodos para moverse y es extremadamente caluroso (el color negro, encima, absorbe toda la radiación del sol de Copacabana). Es decir, ya sale a la pista en desventaja con el resto de deportistas. Solo por ser mujer musulmana.
Si fuera un problema de comodidad los hombres jugarían en tanga o bañador tipo ‘speedo’, como las mujeres, pero lo hacen con pantalones sencillos y ligeros. Lo otro no sería un precepto a la moda sexista que nos abruma. Ellos pueden elegir más.
Otra evidencia: Hasta los Juegos Olímpicos de Londres de 2012 era obligatorio el uso de bikini con unas medidas máximas en las competiciones femeninas de voley playa, sin embargo no había ninguna normativa que regulase la equipación de los hombres. El cambio posterior no se hizo para defender los derechos de las jugadoras, simplemente fue para hacer el deporte más universal y abrirlo a federaciones con otras ‘religiones’ y modas aún más sexistas. De ahí el contraste de la fotografía de hoy.
La visibilidad y la fama de las mujeres al lado nuestro de la red se debe desgraciadamente a su físico no a los méritos estrictamente deportivos, como en los hombres. Una sociedad que cosifica así a la mujer deportista para el disfrute de los hombres no puede ser nunca una sociedad justa.
En realidad las dos atletas de la fotografía tienen que taparse o exhibirse para no romper con su sesgo cultural y para ganar una visibilidad que los hombres de sus deportes tienen por el simple hecho de serlo. Para llegar ahí tienen que pagar el peaje del canon cultural y social que les ha tocado vivir. Un hándicap más para triunfar por el simple hecho de ser mujer. También podríamos hablar de sus sueldos, que es una cuestión que explica exactamente lo mismo pero poniéndole un precio.
En realidad no hay libertad total a ningún lado de la red. A una le imponen su religión el incómodo hijab; a la otra le exigen la braga corta las modas sexistas dominantes, que no las normas. En ambas hay una falsa libertad que parece les deja elegir (es su truco de supervivencia), pero para que exista esa debe ser total y sin diferencias con la de los hombres.
La libertad no se mide solo por centímetros cuadrados de tela.