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La cosecha de odio siembra muertes
17 | junio | 2016Por: Claudia Korol.
La cosecha de odio siembra muertes. El odio al diferente, el odio al disidente, el permiso para matar, es parte de la ideología neofascista de este siglo XXI.
La masacre de Orlando nos espanta, nos duele, nos conmueve. El odio al gay, a la lesbiana, a la travesti, al cuerpo trans, a la fiesta disidente latina, disparó las balas y mató. Y en ese crimen morimos un poco todas, todos, todes.
Nos matan y morimos. Nos duelen las heridas. Nos enfurece este junio que también tiene el nombre de Stonewall, donde la comunidad lgbti defendió el derecho a tener lugares donde no ser perseguidxs, donde la fiesta pueda realizarse sin miedo a ser discriminadxs, o asesinadxs.
El odio al diferente, al disidente, mata y nuestro siglo XXI está siendo despoblado por sucesivas masacres. No nos olvidamos de septiembre del 2001, en el lejano país del miedo, y de las torres cayendo. No nos olvidamos porque cada acto de terror, encontró como respuesta, en la lógica norteamericana, multiplicar y elevar el discurso del odio. Cada muerte fue usada, cada cuerpo nuestro fue tomado como moneda de cambio, e invertido en los bancos para que produzca más muertes.
La masacre de Orlando quiere ser invertida en nuevas cruzadas contra el Islam. Y los grandes medios de comunicación, que son los bancos que multiplican las monedas del odio racial, colonial, patriarcal, contra los y las pobres, llaman nuevamente a ver en cada persona del Islam a un enemigo.
Aprender a volar, es escaparnos del mercado del odio, denunciarlo, escracharlo, mostrarlo tal cual es… un monstruo grande que pisa fuerte, pero al que le conocemos las entrañas, las vísceras, y el rostro demudado por sus prácticas de muerte.
Aprender a volar, es llorar rabiosamente cada muerte nuestra… pero no enterrarnos en el duelo, sino alzarnos en rebelión. Para que nadie utilice el dolor, contra los pueblos que ejercen su derecho a ser diferentes. Para que la globalización no nos globalice a todas, a todos. Porque la pobre inocencia de la gente, no sea el terreno fértil para nuevas guerras, invasiones, o masacres.
No en nuestro nombre.
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