Notas de interés
Gastón Pauls sobre Malvinas: «No hacer cosas desde la cultura es una complicidad con el silencio»
2 | abril | 2016Malvinas es mucho más que un lugar, es mucho más que lo que nombra esa palabra. A 34 años del comienzo de lo que fue una guerra tan cruda y dolorosa como innecesaria, desde La Tecno homenajeamos a aquellos jóvenes que dejaron la vida en una causa que no era suya.
Iluminados por el fuego es libro de Edgardo Esteban que Tristán Bauer llevó a la pantalla grande con el mismo título. La película se convirtió en uno de los productos culturales más importantes, y seguramente el más masivo, sobre Malvinas. Permitió mostrar otro costado de una guerra que, en su momento, fue festejada por amplios sectores del pueblo. www.latecno.com.ar habló con Gastón Pauls, quien hace más de 10 años se puso en la piel de Esteban Leguizamón, un excombatiente que recuerda lo más cruento de la guerra.
Hace unos años, ya unos cuantos, te pusiste en la piel de un joven que de un momento al otro se convirtió en soldado ¿Cómo viviste esa experiencia?
La verdad, todavía hoy me sigo conmoviendo. De todas las películas que hice -más de 40- es la que más vi. La debo haber visto unas 30 veces, porque me conmueve una y otra vez. Recuerdo el proceso de filmación, pero lo que más recuerdo es el primer momento cuando leí el guión. Lo primero que pensé es «No la puedo hacer», que me duró un segundo nomás. Lloré mucho mientras leí el guión, me impactó mucho, sentí que no sabía si iba a poder bancarme la presión de contar la vida de unos pibes que, muchos de ellos, ya no están. Pero al segundo siguiente me dije «más que nunca tengo que hacer esta película, es un orgullo». Y fue duro, no fue fácil. Debo haber conocido 300 ex combatientes y las historias son muy desgarradoras, muy tristes. Como experiencia laboral, fue la más dura de todas.
¿Cómo era la vida de estos pibes?
Tomando las palabras del autor del libro Iluminados por el fuego, Edgardo Esteban, cuando lo escucho: «en realidad eran pibes que tenían toda la vida por delante y a algunos su vida se le terminó a los 18 años», 5 meses después de haber terminado el colegio. La vida era como la de cualquier pibe de 18 años, con novia, con esperanzas, sueños, ganas, mucha energía. La mayoría detestando cualquier cosa que tenía que ver con una guerra. A mis 18 años, para mi la guerra era lo peor que podía ocurrisele realizar al ser humano. Cuando hablo con los ex combatientes, todos me dicen lo mismo: su sueño no era ir a la guerra. No estaban cumpliendo un sueño, quizá estaban cumpliendo el sueño de otros, de una cúpula militar que hizo una guerra para intentar mantenerse en el poder. Y ellos volvieron y ya no eran los mismos.
¿Alguna anécdota que recuerdes que te hayan impactado especialmente? Del contacto con ex combatientes o de haber estado ahí.
Una es de un día que estaba en un centro de ex combatientes en Buenos Aires, y en un momento uno de ellos me dijo: «yo conocí el horror porque estuve en Malvinas en uno de los puestos, pero él -señalando a un compañero que estaba en un rincón- conoció el infierno». Le pregunté por qué el infierno y me contó que él había estado en Monte London. De todos los combates que hubo en Malvinas, el de Monte London fue el más cruento. Combatían de noche, cuerpo a cuerpo, los chicos contra los ingleses que eran soldados profesionales. Los pibes tenían armas que no disparaban y tampoco tenían demasiada instrucción. Ahí entendí que más allá de lo crudo que es para cualquiera, también dentro de una guerra hay gente a la que le toca estar en el peor lugar, que literalmente conoce el infierno. Y cuando le pregunté a él porque lo consideraba el infierno, me dijo: «nunca voy a olvidar la respiración y los gritos de los ingleses-porque era de noche y estaban en medio de la montaña-. Miedo, agitación, pisar cuerpos de compañeros muertos». Me parece que eso debe ser literalmente el infierno, estar en un lugar donde solo escuchas dolor, gritos y no ves nada. Esa fue la historia más cruda.
Mi personaje en Iluminados por el fuego termina cuando encuentra en un pozo de zorro lo que había escondido 20 años atrás. Y algo similar viví mucho después, haciendo un programa llamado Humanos en el camino. Ahí volví con dos ex combatientes que nunca habían vuelto a las islas. En un momento caminábamos por Monte London y a uno de ellos se le desfigura completamente la cara y empieza a correr, y yo lo sigo. En un lugar se frena, al lado de una roca, y empieza a escarbar llorando y gritando, con las manos en la tierra. Termina encontrando una jabonera, su jabonera, que le había dado una vecina el día que él se iba de La Plata. Encontrar enterrados restos de la historia de uno mismo es conmovedor.
Si, es como la prueba tangible de que eso paso.
Absolutamente. Ese mismo día estaba sentado en Monte London mirando Malvinas desde la montaña con uno de ellos, Jorge, y en un momento nos quedamos callados por cinco minutos y él dijo: «yo no sabía que la isla era tan linda». Me impacto también eso, descubrir veintipico años después que ese lugar en realidad es hermoso, pero él lo vivió como un lugar espantoso.
¿Qué opinas del lugar que le da la cultura a un tema tan denso para el pueblo argentino?
Yo creo que hay una deuda muy grande con los que fueron. Por varias razones; primero porque hubo un apoyo a la guerra de mucha gente estando acá, y sin saber que en realidad lo que estaba ocurriendo era terrible. Había festejos y se lo aplaudía a Galtieri. Cuando se los recibió a los pibes, a algunos chicos no los dejaban entrar en los bares, a veces les decía «vos perdiste la guerra, andate», les gritaban «perdedores», no los tomaban en trabajos porque supuestamente estaban locos. De todo les pasó. Es una reparación social que lentamente se fue haciendo. En este sentido me siento orgulloso del lugar que tuvo la película porque sirvió para que por lo menos muchos chicos pudieran ver y entender lo que había pasado. La cultura siempre es un amplificador de la voz popular, de las que no la tienen y si bien se ha avanzado, queda mucho por hacerse. Contar aquello que pasó para que esas cosas no pasen más. Entonces me parece que cuando se hacen cosas desde la cultura, son absolutamente bienvenida. De lo contrario es una complicidad con el silencio.
La Corte Suprema desestimó la investigación sobre crímenes de lesa humanidad cometidos por oficiales contra soldados en Malvinas ¿Qué opinas de ésto?
Conozco muchas historias de crímenes. Y el crimen no necesariamente la muerte, ya basurear a un pibe es un crimen. No necesitas matarlo físicamente para hacerlo. Muchos de ellos fueron claramente más golpeados por los superiores argentinos, que por los soldados ingleses. Me refiero psicológicamente y físicamente. Me parece que desestimar el crimen en cualquiera de sus interpretaciones es también generar complicidad con el horror. No me extraña que señores sentados en una silla, en oficinas, no quieran ver el horror que vivieron otros. Me parece tristísimo, pero es más de lo mismo que ha generado la justicia en Argentina y en el mundo.
Escucha la entrevista en: