Notas de interés
Edward Hooligan, el hombre que bautizó el concepto de barra brava
2 | marzo | 2016Fines del siglo XIX y Londres se posicionaba como una urbe pujante que marcaba el ritmo de la II Revolución Industrial. En ese contexto de ebullición comenzó a tomar fuerza la práctica deportiva, teniendo al fútbol como principal sostén.
En paralelo, en uno de los rincones de la capital británica vivía Edward Hooligan, un personaje conocido en la parte invisibilizada de esa creciente ciudad. Descendiente de irlandés, con toda la discriminación que su origen conllevaba, era sindicado como un vividor y protagonista de constantes riñas callejeras.
Su comportamiento traspasó los umbrales cotidianos. Fue así como el periódico “The Times” masificó y estereotipó su apellido, alrededor de 1890, para referirse despectivamente a las personas con necesidades sociales que protagonizaban descarnados combates, entremezclados con una problemática de alcoholismo preocupante pero no atendida, pese a una creciente economía.
El terminó “Hooligan” adoptó tintes oficiales con motivo del Campeonato Mundial de Fútbol disputado durante 1966 en Inglaterra. Las protestas protagonizadas por una gran multitud disgustada por el alto precio de las entradas, dio nacimiento a un movimiento sin precedentes. Ubicados en las tribunas sin asientos de los estados, entre gritos drogas y alcohol se conformó una de las peores barras bravas de la historia, que sembró el terror no solo en los estadios ingleses, sino que en todos los campos de fútbol europeos donde un equipo inglés estuviera en la cancha. Violencia donde la muerte no marcaba límite alguno.
Los “Hooligans” gozaban de total impunidad. Una situación que obligó a las autoridades británicas a tomar cartas en el asunto. Durante la administración de Margaret Tatcher se tomaron severas medidas para castigar cualquier acto violentista al interior de un recinto deportivo.
Más allá de erradicar la violencia en el fútbol, cuestión que se logró, la metodología puso en tela de juicio los derechos básicos de las personas, al ser obligadas a informar datos de índole personal para asistir a los partidos. Una decisión que terminó con el problema pero que puso en cuestionamiento las libertades individuales de los ciudadanos.