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Las maestras Fuentealba
6 | septiembre | 2019Por Claudia Korol
Es verdad que las semillas buenas que se siembran en el corazón del pueblo se multiplican.
Es verdad que la Patagonia fue, es y será territorio de rebeldías.
Es verdad que es una impactante mayoría de mujeres, de maestras, las que se encuentran firmes y de pie en los piquetes.
Es verdad que algunas las llaman “locas”, porque ahí están en la noche oscura bajo la nieve. Locas como las llamaron a las Madres de Plaza de Mayo. Locas como llamaron a Berta, como llamaron a Marielle, como llaman a las feministas que vuelan como brujas los aires de libertad.
Es verdad que las maestras son semilla de Carlos Fuentealba, de Isauro Arancibia, de Marina Vilte.
Es verdad que extrañan las aulas, pero que dan clases en las rutas.
Es verdad que las maestras dan clases de dignidad.
Es verdad que la población que aprendió de ellas a sumar y a restar, a leer y a escribir, les llevan al piquete tortas fritas, guisos calientes, frazadas, leña.
Es verdad que con rebeldía y esperanza, con dignidad y memoria, se amasa la lucha de clases.
Es verdad que las maestras aprendieron de Sandra y de Rubén, en Moreno, que no se puede enseñar la vida en escuelas trampa, rotas, donde la vida misma está amenazada.
Es verdad que las maestras en largas asambleas enseñan la democracia sindical.
Es verdad que aunque las lleven por delante y las lastimen, se va a cavar la burocracia matona y patronal.
Es verdad que las maestras piqueteras aprendieron a quemar las gomas, a inventar nuevos guisos en las ollas populares, y a hacer de la lucha de clases, una gran experiencia antipatriarcal. A sus parejas, a sus padres y madres, a sus hijos e hijas, a los petroleros y a sus familias, ellas les dicen que es la hora de luchar.
Es verdad que en la madrugada del 4 de septiembre, la burocracia les mandó a la patota para desalojar la ruta. Es verdad que golpearon y lastimaron, como sólo la patota sabe. Es verdad que la policía liberó la ruta para que actuaran las bestias. Es verdad que cuando la patota regresa a sus casas, algún pibe les preguntará por qué golpearon a sus maestras.
Es verdad que las maestras están desaprendiendo la resignación, y conjugando los verbos multiplicar, resistir, vencer.
Es verdad que son espejo para la gente que vive del trabajo, para las laburantes, para las brujas piqueteras de todos los tiempos.
Es verdad que las queremos, que las acuerpamos, que hoy las abrazamos en cada esquina del Abya Yala, porque nuestros corazones laten al ritmo de su templanza.
No están solas compañeras. No están solos compañeros. Llenaremos las calles y cortaremos las rutas con su ejemplo.