Notas de interés
¿El que hace, el que sabe y calla o el que sabe, calla y habla de otra cosa?
12 | septiembre | 2016Por Emanuel Herrera.
Se viven tiempos donde la queja impera. Los reclamos están a la orden del día y los destinatarios son varios. A priori, se sabe quién o, mejor dicho, quiénes cargan con la responsabilidad. Son identificables, y en cierto punto lo eran antes de hacer lo que están haciendo. Lo cierto es que, además de los responsables directos, hay de los otros: los indirectos, que vendrían a ser aquellos que miran para otro lado, que fabrican cortinas de humo, o los que simplemente guardan un silencio cómplice.
Si hay un rasgo que caracteriza al tiempo actual es lo explícito. En el neoliberalismo, todo es descarnado y no es condición sine qua non ser rebuscado. De ahí que lo primero que hizo el Gobierno fue quitarle las retenciones a los ricos y aumentarle todo a las clases populares. Sin decoro, de golpe. Eso de la “transferencia de recursos” no dejará, por lo menos en esta etapa, de ser un concepto latente y acertado. Igualmente, la variable de ajuste siempre recae sobre los mismos sectores de la sociedad, que son los que menos tienen, o aquellos que emergieron en la clase media, que alcanzaron a serlo por las políticas tipificadas como populistas.
Lo cierto es que, hay que decirlo, hubo aviso previo. Lo que muchos denominaron “campaña del miedo”, no fue más que un acto de clarividencia, un spoiler de la gestión Cambiemos. Lamentablemente para muchos, las advertencias se cumplieron, se están cumpliendo y/o se cumplirán. Porque además de descarnado el neoliberalismo es previsible. La historia reciente de la Argentina, de la región latinoamericana, lo indica así. No hay que ser estudioso para saberlo, con la experiencia empírica de aquellos que superan los 20 años, alcanza. Y sobra.
Pero quizá no sea adecuado hacer una lista de los males que hoy azotan al país y se multiplican en el continente. O sí, pero a través de un enfoque más amplio, que centralice el análisis en aquello que, en cierto modo, es colateral pero no menos decisivo para la aplicación de un plan macro de retroceso sociopolítico.
El juez Luis Arias se quejaba por la manipulación mediática y decía, con un atisbo de resignación, algo así como “de qué vale estudiar si después se destruye todo con un simple título de diario”. En cierto punto tiene razón, la letra de molde – como gustaba decir alguien – es una aplanadora que puede demoler hasta a la verdad más indiscutible. Pero la constitución de empresas transnacionales de comunicación como constructoras y difusoras de realidades no ha hecho más que complejizar las democracias y obstaculizar la generación de discursos alternativos y emancipadores.
Y aparecen aquí los primeros cómplices. Los medios de comunicación son fundamentales. De ellos depende la instalación de discusiones y la domesticación de las mayorías. La connivencia es más que clara y se evidencia con facilidad. Las dinámicas, entonces, son sencillas: ninguneo, desviación o mugre.
– Ninguneo: se relativiza el hecho y se lo amontona con la cotidianeidad. Ejemplo: la Marcha Federal colapsó la Plaza de Mayo y llenó de gente las calles porteñas. ¿Cuál fue la cobertura multimedial de las principales empresas de comunicación? Escasa. En la tele sólo mereció informes esporádicos en las emisiones centrales de los noticieros y el reporte, apenas, con un móvil. En la radio, flashes en la programación habitual y recortes en los resúmenes informativos. En la web, título normal, a tamaño normal, igual que el resto de las notas ¿Es así siempre? No. Sólo basta rememorar, por ejemplo, las marchas políticas opositoras que usaron el cadáver de Nisman y aunaron a la Familia Judicial o las manifestaciones con tintes fascistas que pedían el derrocamiento de la expresidente protagonizadas por actuales funcionarios gubernamentales que posaban en ropa interior con consignas que hoy no les sería conveniente reiterar.
– Desviación: se crean noticias paralelas, se apela a la rimbombancia y se fogonea la instalación de una agenda a través del poder que implica la concentración mediática. Ejemplo: la vicepresidente de la Nación ocultó por casi medio año un robo en su propiedad porque no puede justificar el dinero escondido en bolsitas y pañuelos. Como la complicación judicial es innegable, se crea una cortina de humo que difumina la gravedad del caso: terroristas o droga en los aeropuertos. Los medios, entonces, ayudan con la espectacularidad y la elaboración de teorías conspiratorias que, unidireccional e inevitablemente, apuntan a funcionarios del Gobierno anterior. La desatención durará lo que duren los operativos espectaculares o hasta que se desestimen las hipótesis mediáticas.
– Mugre: se ensucia el terreno de la discusión con argumentaciones falaces o se expone la miserabilidad discursiva. Ejemplo: el Presidente aparece envuelto en un escándalo de lavado de activos a nivel mundial y explicita el sumun de la corrupción privada de la que fue partícipe desde que es mayor de edad. ¿Qué dicen, por caso, los denunciadores seriales o los que hacen del honestismo su objetivo innegociable? “A lo sumo es un hecho de evasión fiscal incomparable con lo que se robó José López”. Del roban pero hacen al “roban pero poco” (http://radiocut.fm/…/stolbizerconmacri-marcelo-diaz-no-se…/…) . ¿Acaso la cuantía es directamente proporcional con la gravedad del hecho de corrupción?
Y precisamente, de este último ejemplo, surgen los otros responsables indirectos del neoliberalismo. Los políticos que gravitan según la conveniencia pero que, de una forma u otra, contribuyen a la aplicación del ajuste. Llamados opoficialistas, critican sólo a través de las redes sociales pero en el Parlamento levantan la mano y son decisivos para que el Gobierno logre sus propósitos, que en su mayoría son contrarios a los intereses populares. Basta pensar en los Bossio, los Pichetto o los Massa, paridos, mantenidos y solventados durante el kirchnerismo, hoy son el ala legislativa del PRO, que encuentra en la excusa de la “gobernabilidad” la complicidad necesaria para el achicamiento del Estado y la revocación de derechos.
También aparecen, en otro grado, las Stolbizer. Con una reputación creada a la par de las denuncias constantes, ponen su arte a disposición del oficialismo. “Yo acuso”, se titula el último libro de la dirigente panradicalista, donde presenta un compendio de acusaciones grandilocuentes que, oh casualidad, no interpelan en nada al Gobierno actual. Siendo que el apellido del Presidente constituye uno de los símbolos más importantes del enriquecimiento a costillas del Estado, que puede emparentarse directamente con la pata civil de la dictadura militar o que es sinónimo de corrupción a través de la Obra Pública, a Margarita no le resultó una contradicción, por ejemplo, sentarse con Mauricio, que es Macri (que es SOCMA) para proponer una CONADEP de la corrupción. Ella decía que “robar está mal y punto” (https://www.youtube.com/watch?v=eQpzPnPNyi4). Pero hoy dice que el robo de López (que debe pudrirse en la cárcel al igual que todos los políticos ladrones) es más importante que el lavado del empresario Macri. Jerarquiza al canto de “roban pero poco”.
Más allá de que el macrismo y el Gobierno de los CEO sean los responsables directos del ajuste que asfixia a las Pymes, que extranjeriza la economía y deshumaniza a las clases populares, ¿qué lugar hay para los que contribuyen a la degradación del Estado? ¿Hay conciencia del grado de responsabilidad que tienen los medios de comunicación, los periodistas que guardan silencio cómplice y los políticos que la juegan de “falsos opositores”?
¿Quién debe sentir más culpa: el que hace, el que sabe y calla o el que sabe, calla y habla de otra cosa?
Emanuel Herrera es periodista en La Tecno, conductor de Nube Sonora, informativo vespertino que se transmite de lunes a viernes de 17 a 20 horas.
Foto: Agencia Foto Sur