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Notas de interés

Hombre Peste

28 | septiembre | 2018

iorio

Por Matías Barrios

La admiración  hacia un artista es una consecuencia inevitable cuando uno admira su obra. La admiración, que puede transformarse en una férrea devoción e incluso hasta en un ciego fanatismo, trasciende lo que genera su obra y llega hasta al artista. Es que la obra ES su autor. Pero su autor, es mucho más que su obra.

La obra de Ricardo Iorio es demasiado importante no sólo para el heavy metal nacional sino para el rock argentino en general. Y la empatía con su figura para muchos fue automática.

Representó en su aparición artística un cambio de paradigma muy significativo en un contexto no sólo musical, sino social y político que lo necesitaba.

Ser parte de un movimiento que se  asociaba a la violencia y que metía miedo con sólo verlos en el marco de ocaso del período más oscuro de nuestro país, era un desafío a la propia integridad.

Vanguardia absoluta, echando por tierra los preceptos de paz y amor vigentes por esos años en el rock argentino,  Ricardo entendía que era el momento de luchar, de no callarse. Y lo hacía. Dedicándole canciones a los pueblos originarios, al combatiente de Malvinas y principalmente, al obrero, al lumpen del conurbano. Él era parte de ellos, laburando en el mercado del Abasto.

Su primera obra se convirtió en un mito. Una explosión que fue tan fuerte que  dejó marcas en miles de paredes y remeras que hicieron legendaria la frase «V8 no murió».

Luego vino quizás el punto más alto. Hermética fue la mancomunión más perfecta entre público y escenario, un decidor en tono de trash metal hablaba sobre el trabajador, el oprimido y retrataba como muy pocos el contexto urbano en donde vivía.

Almafuerte fue el testigo del traspaso de Iorio de la ciudad al campo. Y de sus malogradas declaraciones. Arrancando el nuevo milenio, Ricardo en una entrevista a Rolling Stone declaraba «si sos judío no cantés el himno, cada lechón en su teta».

Luego vinieron esas entrevistas con Beto Casella donde su figura fue objeto de risa y generadores de infinidades de memes. Paralamente, Almafuerte llenaba cada lugar en donde tocaba y cada día era una maquinaria más perfecta entre el decidor y acaso el mejor violero que tuvo a su lado.

Tras su alejamiento de Almafuerte, arrancó un etapa solista donde se nutrió de nuevos músicos tocando en vivo parte de su gran repertorio y a la vez, comenzó a ser moneda corriente las nota que en su título decían «fuertes y polémicas declaraciones de Iorio».

La última:  «Esas zurdas saben que yo sé que ellas saben que yo sé… ¿sabés qué sé yo? Que ellas saben que yo sé que nunca encontraron un pater familias como yo, un macho proveedor, se lo perdieron».

Un movimiento revolucionario llevado adelante por mujeres, un reclamo que mutó en un cambio cultural que movió los cimientos de un patriarcado obsoleto y por demás nocivo. A eso, Iorio atacó de la peor forma.

Y acá estamos, con una carrera musical iluminadísima, un estandarte absoluto de un género que siempre estuvo del lado de cuestionamiento del poder de turno, de la rebeldía. Una carrera que, a pesar de ser tan significativa, no logra inmacular ni un poco las nefastas declaraciones de su autor.